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sábado, 3 de mayo de 2008

Microcuento

Ola-puerta

Ya no recordaba cuando habían comenzado sus pesadillas. Noche tras noche “alguien” o “algo” llamaba a la puerta, parecía la de su casa. Inmóvil, no se atrevía a abrir. “No abras”, se decía en sueños.

Cuando se despertaba, sentía todavía unos minutos el miedo pegado al cuerpo, un miedo irracional.

Otras noches una enorme ola avanzaba en su sueño. Una ola grandiosa, una auténtica montaña esculpida en el agua, avanzado y él quieto, inmóvil otra vez, esperando lo irremediable.

Al despertar, el pánico tardaba en diluirse tanto como su corazón en desacelerarse.

Aquella noche decidió ponerlo fin. No podía vivir de día asustado sabiendo la angustia que noche tras noche revivía. Se acostó, sujetó el embozo de la sábana que llegaba sobre su nariz y esperó con los ojos bien abiertos.

La ola avanzaba tan majestuosa como siempre, enorme, con toda la fuerza de la naturaleza. Avanzó, avanzó con un bramido y, arrancando la puerta de sus goznes la arrastró hacia la orilla mientras la montaña de agua se deshacía en espuma.

Respiró profundamente y se dio vuelta abrazando la almohada. Buenas noches, por fin.


Pilar


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